Hábitats


Las tortugas marinas cambian de hábitat a lo largo de su desarrollo. Cada subpoblación puede utilizar hábitats marinos diferentes en sus distintas fases de desarrollo (neonato, juvenil temprano, juvenil tardío, sub-adulto y adulto).

 

Los tortuguillos nacen en nidos instalados en la arena de playas, tras un período de incubación de los huevos de unos 50-70 días. El hábitat terrestre es solamente utilizado por las hembras adultas, para poner los huevos, y por las crías al nacer. En cuanto las crías salen del nido, generalmente de noche, se dirigen al agua y nadan para alejarse de la orilla y de los posibles depredadores terrestres y aéreos. Las tortugas bobas recién nacidas pasan entonces a una fase de uso de hábitat oceánico (regiones alejadas de la costa con profundidades superiores a los 200 m, pasando la mayor parte del tiempo en superficie), donde se quedan un mínimo de 1-2 años [1]. Poco se conoce sobre adónde se dirigen los neonatos, por lo que a este período se le conoce como "año/s perdido/s". Las corrientes tienen generalmente influencia sobre las rutas que siguen los neonatos, sin embargo, hay evidencias de que son nadadores activos, no siguiendo únicamente las trayectorias de las corrientes cuando logran vencer su fuerza de arrastre. las jóvenes tortugas se podrían orientar en los giros oceánicos (por el campo magnético terrestre), y nadar para aprovechar las corrientes que los transporten a lugares con mejores condiciones (temperatura del agua, ausencia de depredadores, presencia de fuentes de alimento) para su crecimiento y alimentación [2].

Cría de tortuga boba nadando en superficie
Cría de tortuga boba nadando en superficie

En la subpoblación del Atlántico Noroeste, neonatos marcados y liberados se alejaron de las aguas costeras, manteniéndose mayormente fuera del área de plataforma continental y siguiendo la corriente del Golfo hacia el N-NE. Las tortugas no siguieron las rutas más directas o rápidas hacia áreas de alimentación oceánicas conocidas (áreas cercanas a Azores, Cabo Verde, Mediterráneo occidental), sino que siguieron rutas variables, por lo que su dispersión no es uniforme, pudiendo además asociarse a remolinos o “eddies” de cierta escala. Por ello, la orientación y duración de sus viajes también es variable. No obstante, los neonatos pueden llegar desde el sureste de Florida a las Azores en menos de un año. Otras crías dejan la corriente del Golfo y entran en el mar de los Sargazos, donde cuentan con un buen nicho de temperatura y alimento [1], retornando a las costas de Estados Unidos o del golfo de México tras la fase oceánica. Otros individuos juveniles pueden alcanzar las costas europeas y entrar en el Mediterráneo occidental, donde podrían permanecer cerca de ochos años alimentándose y desarrollándose. La fuerte corriente superficial que introduce aguas atlánticas en el Mediterráneo, a través del estrecho de Gibraltar, podría actuar como barrera, de modo que estos individuos juveniles no tendrían capacidad para volver al Atlántico hasta alcanzar un tamaño suficiente (estimado en unos 36 cm de longitud curva del caparazón) que les permita vencer esta corriente, nadando en su contra [3].

 

Tras esta fase oceánica, en la cual pasan los primeros años de vida (entre 7 y 11 años para la subpoblación del Atlántico Noroeste [4, 5] y hasta de 27 años para la subpoblación del Pacífico Norte [6]), generalmente vuelven a zonas neríticas próximas a sus regiones de origen, pasando a considerarse sub-adultos, donde pueden pasar varios años y coincidir con individuos adultos. En estas áreas próximas a las costas pueden acceder a presas-alimentos de los fondos, por encontrarse generalmente en áreas de plataforma continental de profundidad menor a 200 metros. Este cambio de hábitat (de oceánico a nerítico) podría producirse porque, al tener ya un mayor tamaño, las amenazas por depredación en zonas neríticas serían menores y en ellas conseguirían mayores tasas de crecimiento (por mayor disponibilidad de alimento) [7]. En el Atlántico Noroeste los adultos suelen ocupar áreas del Caribe. No obstante, tanto adultos como sub-adultos pueden alternar la utilización de áreas neríticas y oceánicas (> 200 metros de profundidad), alimentándose en estas últimas de recursos presentes en superficie o en la columna de agua (medusas, invertebrados pelágicos). También se dan casos en que las hembras adultas prefieren hábitats oceánicos a neríticos (Pacífico Norte, Atlántico Noroeste), hembras que suelen ser más pequeñas por diferencias en la dieta.

 

Una vez alcanzada la madurez sexual, tanto machos como hembras pueden migrar de sus áreas de alimentación a sus áreas de reproducción, generalmente cerca de sus playas de nacimiento. En algunos casos, estas áreas se encuentran separadas por miles de kilómetros, debiendo atravesar vastas áreas oceánicas.

Fuentes consultadas:

[1] Mansfield, K. L., J. Wyneken, W. P. Porter & J. Luo. 2014. First satellite tracks of neonate sea turtles redefine the ‘lost years’ oceanic niche. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences 281: 20133039. http://dx.doi.org/10.1098/rspb.2013.3039.

[2] Putman, N. F., P. Verley, T. J. Shay & K. J. Lohmann. 2012. Simulating transoceanic migrations of young loggerhead sea turtles: merging magnetic navigation behavior with an ocean circulation model. The Journal of Experimental Biology 215: 1863-1870.

[3] Revelles, M., J. Isern-Fontanet, L. Cardona, M. San Félix, C. Carreras & A. Aguilar. 2007. Mesoscale eddies, surface circulation and the scale of habitat selection by immature loggerhead sea turtles. Journal of Experimental Marine Biology and Ecology 347: 41–57.

[4] Bjorndal, K. A., A. B. Bolten & H. R. Martins. 2000. Somatic growth model of juvenile loggerhead sea turtles Caretta caretta: duration of pelagic stage. Marine Ecology Progress Series 202: 265–272.

[5] Bjorndal, K. A., A. B. Bolten, T. Dellinger, C. Delgado & H. R. Martins. 2003. Compensatory growth in oceanic loggerhead sea turtles: response to a stochastic environment. Ecology 84 (5): 1237–1249.

[6] Conant, T. A., P. H. Dutton, T. Eguchi, S. P. Epperly, C. C. Fahy, M. H. Godfrey, S. L. MacPherson, E. E. Possardt, B. A. Schroeder, J. A. Seminoff, M. L. Snover, C. M. Upite & B. E. Witherington. 2009. Loggerhead sea turtle (Caretta caretta) 2009 status review under the U.S. Endangered Species Act. Report of the Loggerhead Biological Review Team to the National Marine Fisheries Service. 222 p.

[7] Bolten, A. B. 2003. Active swimmers – passive drifters: the oceanic juvenile stage of loggerheads in the Atlantic system. Pp.: 63-78. In: Bolten, A. B. & B. E. Witherington (eds.). Loggerhead Sea Turtles. Smithsonian Institution Press, Washington, D.C.